En la columna pasada discutimos la dañina consecuencia del partidismo que ocasiona que aunque el partido o su  jerarquía asuman una posición ilegal, antiética o inmoral, sus otros líderes están  obligados a no oponerse a la línea torcida del partido y se mantienen bajo silencio  comprado, por temor o complicidad, en abierto contubernio con la cofradía  sectaria.
Pero el silencio no es la única forma de deshonestidad partidista. También se recurre a la mentira cruda y  abierta. 
Existen muchas instancias en las cuales los políticos y los partidos recurren a la farsa y el engaño. Entre las  situaciones principales que se prestan a la mendacidad están los procesos de  candidaturas y primarias, el programa de partido, las promesas de campaña, el problema colonial y su solución, y la defensa de las actuaciones del gobierno.  Todas las mentiras tienen dos propósitos fundamentales: Alcanzar el poder político  o mantenerlo a toda costa.
La primera oportunidad para mentir es el proceso de candidaturas. Las mentiras emblemáticas son: “este no es  momento de candidaturas”, “no descarto nada”, “aspiraré al puesto que el pueblo me  pida”, “estoy respondiendo al reclamo del pueblo”, “aceptaré el dictamen del pueblo”.  Deben estar seguros que cuando un político hace estas aseveraciones, está  haciendo o pensando todo lo contrario. Sin embargo, estas mentiras se repiten y se  repiten sin pudor o cuestionamiento, para dar la falsa impresión de objetividad, desinterés personal o frialdad. ¿Por qué no son honestos y dicen lo que realmente están pensando?
El segundo catálogo de mentiras es el programa del partido. En los programas de los partidos existen tres  tipos de mentiras principales. Las que se refieren a la identificación de las  causas de los problemas, las que se refieren a la identificación de las supuestas soluciones y su efectividad, y las que se refieren a las obras que van a realizar en beneficio del Pueblo. Por ejemplo: “La causa de la  criminalidad es el narcotráfico”, “la criminalidad se resuelve con cero tolerancia y  mano dura” y “mi gobierno está comprometido y cumplirá con Ponce en Marcha y el  Puerto de las Américas”. Los políticos utilizan las emociones y pasiones de un  pueblo desprovisto para presentar soluciones o planteamientos atractivos a las masas, pero  que no tienen fundamentos científicos o realidades que las apoyen, o sobre los  cuales no tienen la voluntad real de impulsar o acometer.
La tercera instancia de mentiras es la campaña electoral: “No te voy a meter la mano en el bolsillo”, “al único  que voy a despedir es a Aníbal Acevedo Vilá”, “bajaré el costo del agua y la  luz”, “trabajaré para mejorar la economía y aumentar las oportunidades de  empleo”. Mentiras crueles para jugar con las carencias y aspiraciones de la gente  para meramente lograr su voto.
La cuarta oportunidad para mentir es el problema colonial y su solución: “El ELA no es una colonia”, “la  soberanía del Pueblo”, “lo que hace falta es un plebiscito”, “la estadidad jíbara” y  “la estadidad es para los pobres”. Estas mentiras tienen el propósito de tratar de  adelantar supuestas posiciones de solución del problema colonial, pero sin afectar  las probabilidades de éxito electoral.
La quinta coyuntura para mentir es la defensa de las actuaciones del gobierno. Estos dos últimos años han sido  excepcionales en las mentiras apologéticas: “No había otra alternativa que despedir  empleados”, “Ponce en Marcha va a las millas”, “ya vienen los buques post-panamax”,  “la economía está en franca recuperación”. Estas falsedades se dicen cuando  el Pueblo va descubriendo y desenmascarando todas las simulaciones que ha  hecho el partido y sus líderes en los procesos antes mencionados. Para salvar su  pellejo ante el próximo evento electoral, los partidos y sus líderes tratan de  crear explicaciones o realidades virtuales que conecten lo que prometieron, representaron o alegaron, con lo que finalmente hicieron y la realidad  que sufre el Pueblo.
Por fortuna, las mentiras van erosionando la confianza pública y finalmente ocasionan la caída de los partidos del  poder político, pero no sin antes ocasionar daños irreparables al país,  alejándolo de alcanzar las verdaderas soluciones a sus problemas. 
El problema es que como sufrimos una partidocracia, la caída de un partido sólo ocasiona la llegada de otro  partido, por lo que se perpetúa el problema. 
La reforma de nuestro sistema político y social tiene que tomar en cuenta la manera de erradicar los incentivos a  la mentira. La única manera para lidiar con este problema es mediante la implantación de la democracia participativa y la erradicación del  partidismo. 
Sin estas dos medidas estaremos condenados al eterno retorno o circulo vicioso del engaño, descubrimiento de la  verdad, y sustitución de un político por otro, para que sin demora, nos vuelva a  traicionar.
El autor es abogado notario, Presidente del Bufete Emmanuelli en Ponce, Presidente de la Alianza Pro Sur, Vicepresidente de DISUR, Inc., pasado presidente de la Cámara de Comercio del Sur de Puerto Rico y anfitrión del programa Debido Proceso de Ley, que se transmite todos los sábados a las 11:00 de la mañana por WPAB 550. Para mayor información vea www.debidoproceso.com.
Una publicación de Rolando Emmanuelli-Jiménez, J.D., LL.M., sobre los asuntos públicos que tienen impacto jurídico. Rolando Emmanuelli Jiménez es abogado y notario, Presidente de Bufete Emmanuelli, C.S.P. pasado presidente de la Cámara de Comercio del Sur de Puerto Rico y productor y anfitrión del programa Conocimiento y Acción Solidaria, que se transmite todos los sábados a las 7 AM y los domingos a las 7 PM por WPAB 550.
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