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sábado, 5 de diciembre de 2009

LA TRAGEDIA DEL PARTIDISMO



Por: Rolando Emmanuelli Jiménez, J.D., LL.M.


En nuestro pasado artículo discutimos la reforma de nuestro sistema político enfrentando la solución del problema del coloniaje mediante la Asamblea Constitucional de Status.

Paralelamente con la atención de este problema, existen otras contrariedades de naturaleza política que incapacitan nuestra voluntad de actuar en común para alcanzar objetivos indispensables. Por tanto, debemos enfrentar un proceso de diálogo nacional para romperle el espinazo a la perversidad de la política partidista.

Nuestro sistema político está dominado por dos partidos que se alternan el poder, por lo que su razón de existir es administrar el presupuesto; y uno de minoría, que subsiste de elección en elección y tiene como único fin el sostenimiento económico de su infraestructura burocrática.

Para los tres partidos la satisfacción de las necesidades del pueblo está subordinada a mantener sus objetivos primordiales. Alcanzar o mantenerse en el poder los dos de mayoría, y no salir de la nómina electoral el de minoría. Todo lo que amenace esto, está fuera de los límites de su quehacer político. Por eso el PPD se aferra a la idea aberrada del pacto con lo mejor de los dos mundos para mantener sus votos; el PNP afirma que la estadidad es para los pobres para seducir al 60% pobre de la población; y el PIP, prefiere primero inscribirse electoralmente a analizar y actuar sobre las causas de sus graves derrotas electorales en las pasadas dos elecciones. Nada de esto tiene que ver con lo que el Pueblo de Puerto Rico necesita ahora.

Para alcanzar estos objetivos los partidos mayoritarios recaudan dinero de forma legal e ilegal. Por tanto, responden en primer término a los que les dan dinero. Esto ha quedado crudamente demostrado con la imposición violenta de las medidas legislativas y ejecutivas que protegen a los ricos y fastidian a los pobres como lo son la Ley de Cierre; la Ley 7 de despidos y de desmantelamiento de servicios a la sociedad; la usurpación de los terrenos del Caño a las 8 comunidades dueñas; la eliminación del Corredor Ecológico del Noreste; las APP para enriquecer a inversionistas y que el Pueblo pague en exceso por el uso de las autopistas y otras obras de infraestructura; la distorsión y disloque del desarrollo del Puerto de las Américas; la Riviera del Caribe en Ceiba con su "such is life", etc.

La idea cumbre de Fortuño en este afán de beneficiar a los suyos, es que el presupuesto gubernamental que sobre, se reparta entre sus empresarios donantes que mediante la privatización ofrecerán servicios deficientes, motivados por ganancias, y por ende, más caros que los que ofrecían los empleados despedidos.

Los partidos políticos mienten constantemente en sus promesas al Pueblo. "No voy a imponer un IVU", y Aníbal puso el IVU. "No voy a despedir a nadie que no sea Aníbal Acevedo Vilá" y ya Fortuño va a llegar a 20 mil despidos.

No se atreven a tomar decisiones fundamentales por miedo a perder votos. Todos son temerosos de lo que diga el americano y los fundamentalistas. Se encierran en sectas, comisiones y grupúsculos impenetrables en donde impera todo para los míos, y sólo desprecio y exclusión para los otros. Contratan a los suyos aunque no sepan un pepino de los asuntos públicos, y despiden a los anteriores, por si las dudas pertenecen al otro partido, aunque sean los que saben más que nadie sobre los asuntos pertinentes. Cuando alguien que no sea del partido o la secta les tiende la mano, pues le viro la cara, lo declaro non grato o digo que tuvo un mal día.

La cosa empeora cuando los partidos se dividen en sectas, porque existen sectas dentro de los partidos que luchan encarnizadamente, por ejemplo, Roselllistas y Fortuñistas, autonomistas y soberanistas, etc. En esas luchas los partidos se desorientan y hasta pierden sus propios instintos egoístas de supervivencia.

Como la lucha es por un presupuesto, -como una muchedumbre en hambruna por un saco de trigo- los partidistas se enfrentan en combates crudos, torpes y hasta soeces. Cuando se encuentran sus caravanas en las carreteras, los pugilatos son de piedras, palos, puños y bofetás.

Durante el tiempo en que están en el poder, tratan de esquilmar el presupuesto para su beneficio tomando prestado a costa de la sociedad. Cuando Hernández Colón dejó la gobernación, la deuda pública era de 12 mil millones. Ya Fortuño, con la ayuda de sus predecesores, la lleva por encima de 60 mil millones. Eso es impagable. ¿Qué va a pasar cuando los acreedores no puedan esperar por las moratorias y pagos insuficientes del gobierno de Puerto Rico? Pues agárrese en su asiento. Lo pagaremos nosotros, los que no somos ricos ni corporaciones foráneas que se llevan 30 mil millones del país sin pagar contribuciones razonables. Lo pagaremos con nuevos impuestos de la propiedad, de los ingresos y con un IVU del ¡10% o más!

El sistema político puertorriqueño por herencia norteamericana protege constitucionalmente a los partidos políticos. En Puerto Rico se ha llegado al extremo de decir que los escaños y cargos de alcaldes pertenecen a los partidos en vez de al Pueblo cuando muere un legislador o un alcalde. Se muere el Alcalde de mi querido pueblo y no puedo votar por el sucesor porque eso queda en manos del partido. El sistema electoral está controlado por los partidos, por lo que no tenemos verdadera democracia, tenemos una aberrada partidocracia. Vivimos una partidocracia en donde los candidatos piden el voto hasta el 4 de noviembre de cada cuatrienio y luego se creen que se acabó la conversación con el Pueblo hasta las próximas elecciones.

Para colmo de todos los males, cuando el Pueblo se equivoca y elije a un o una incompetente ratificando el Principio de Peter, que postula que una persona puede ser ascendida o electa a su nivel máximo de incompetencia personal o profesional, pues nos lo tenemos que sufrir por cuatro años. Esto ocure porque no existen mecanismos electorales revocatorios ni moral o dignidad política para que el líder entienda cuándo fracasa, y que se impone entonces el deber ineludible de renunciar, para dejar a otro que sepa hacer bien las cosas.

Bajo esta partidocracia, lo único que nos queda a este pacífico Pueblo es protestar masivamente y fuerte, tirar huevos y abuchear enérgicamente cuando se atreven a asomarse a las actividades públicas y deportivas. Ya veremos el abucheo de la década cuando Fortuño inaugure los Juegos Centroamericanos en Mayagüez el año que viene.

El problema del partidismo es muy grave. Pero tiene solución. El Pueblo de Puerto Rico debe iniciar una gran conversación para acabar con esta rémora que impide nuestro desarrollo y calidad de vida. De eso, hablaremos la semana que viene.
 


El autor es abogado notario, Presidente del Bufete Emmanuelli en Ponce, Presidente de la Alianza Pro Sur, Vicepresidente de DISUR, Inc., pasado presidente de la Cámara de Comercio del Sur de Puerto Rico y anfitrión del programa Debido Proceso de Ley, que se transmite todos los sábados a las 11:00 de la mañana por WPAB 550. Para mayor información vea www.debidoproceso.com.