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martes, 3 de agosto de 2010

EL PARTIDISMO Y EL SILENCIO


Por Lcdo. Rolando Emmanuelli Jiménez, J.D., LL.M.    
rolando@bufete-emmanuelli.com

Los acontecimientos que se suscitaron en el Senado donde se prohibió a la prensa y al público el acceso a las gradas del Hemiciclo, además de un quebrantamiento a una disposición expresa de la Constitución de Puerto Rico, constituyen sendas violaciones a la libertad de prensa y de expresión. Esto ha desenmascarado una de las consecuencias más dañinas del partidismo:  El Silencio.

El partidismo corroe nuestra fibra social y democrática.  Los representantes del pueblo suplican el voto de los electores y luego le abandonan a su suerte e incurren en las actuaciones más inauditas, que lamentablemente, en la mayoría de los casos, resultan impunes.  El libertinaje de los líderes partidistas se oculta bajo el silencio comprado, por temor o por complicidad con la cofradía partidista. Es indispensable romperle el espinazo al partidismo para salvar la democracia.

No cabe duda de que lo que ocurrió en el Senado es ilegal e inconstitucional.  No cabe duda de que el pueblo tenía derecho a reclamar el acceso al Senado y a convocarse frente al Capitolio para protestar.  No cabe duda de que cuando alguna persona viola la Ley, lo que corresponde es arrestarlo y procesarlo criminalmente, jamás golpearlo a mansalva.  No cabe duda de que a unas personas que están ejerciendo el derecho a la libre expresión, no se les puede golpear, macanear ni rocear con gases irritantes sin justificación.

Sin embargo, salvo honrosas excepciones, los líderes del Partido Nuevo Progresista, representantes electos por el pueblo, han hecho mutis ante estas barbaridades siguiendo la disciplina del partido. 

El hacer silencio en estas circunstancias implica una de dos cosas:  o que están totalmente de acuerdo con lo que ocurrió; o que tienen miedo a disentir por perder privilegios o caer en desgracias.  En toda circunstancia, estos líderes políticos perversos o de rodillas temblorosas, merecen la más severa censura y el castigo electoral por su carencia de honestidad, valentía, criterio y pensamiento independiente.

El presidente del Senado no ha demostrado arrepentimiento ni propósito de enmienda por sus actuaciones.  El gobernador y su jefe, Figueroa Sancha, tampoco han demostrado remordimiento y han defendido a brazo partido sus actuaciones abusadoras. Estas expresiones han dictado que los otros líderes del partido, como corderitos, hayan respaldado lo indefendible.

El pueblo repudió todas estas actuaciones en una impresionante marcha que sacudió la conciencia de todas las personas que asistimos, por la masividad, la militancia y creatividad de los participantes.

Los partidos políticos se convierten en monstruos que coartan la libertad y el pensamiento crítico de las personas que los componen.  El presidente del Senado tiene un presupuesto que reparte a su discreción.  Por tanto, nadie se atreve a hacerle frente, particularmente porque no tiene pudor, ni restricción al utilizar el verbo de la manera más cruel, vulgar y abusadora. Los senadores no quieren perder sus presupuestos, por lo que temen, y no se atreven a criticar las actuaciones claramente ilegales de su presidente, porque los insulta.

La presión para el silencio es mayor cuando se considera que los partidos en Puerto Rico viven el Centralismo Democrático, que curiosamente es una doctrina de los partidos comunistas. 

Centralismo Democrático significa que una vez el partido toma una determinación mediante los mecanismos internos o mediante la arbitrariedad del líder, el partido y todos sus miembros tiene que mantener una misma postura, so pena de sanciones u ostracismo. 

Por ende, aunque el partido tenga una posición ilegal, antiética o inmoral, sus líderes están obligados a seguir la línea del partido.  La obligatoriedad de continuar el trazo del partido se impone mediante la censura, marginación, la privación de los contratos o presupuesto, y finalmente, la expulsión del partido.

Por estas razones, el partidismo daña la fibra moral de la sociedad, porque obliga a todos los líderes partidistas a la deshonestidad, a rendir posturas éticas válidas o hacer silencio dando su consentimiento y complicidad a actuaciones ilegales o inmorales.

Sólo en dos ocasiones se rompe con este silencio partidista.  Cuando el líder máximo del partido o los líderes de la cúpula se desgastan y pierden legitimidad, o cuando se aproximan las primarias.  Bajo estas circunstancias, es legítimo ser crítico y asumir posturas honestas y veraces, porque es un asunto de supervivencia para el político. En estos momentos no se ejerce el pensamiento crítico por honestidad, sino por conveniencia.

Los líderes que deseen ganar el favor de este pueblo tienen que tirar la raya todos los días, ser honestos y asumir su responsabilidad con el pensamiento crítico y su lealtad al pueblo, cuando el partido le traicione.


El autor es abogado notario, Presidente del Bufete Emmanuelli en Ponce, Presidente de la Alianza Pro Sur, Vicepresidente de DISUR, Inc., pasado presidente de la Cámara de Comercio del Sur de Puerto Rico y anfitrión del programa Debido Proceso de Ley, que se transmite todos los sábados a las 11:00 de la mañana por WPAB 550. Para mayor información vea www.debidoproceso.com.