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miércoles, 15 de julio de 2009

EL PRINCIPIO DE PETER

Por Lcdo. Rolando Emmanuelli Jiménez, J.D., LL.M.
rolando@bufete-emmanuelli.com

En un famoso libro de 1969, The Peter Principle, el pedagogo canadiense Lawrence G. Peter elaboró un principio fundamental que puede resumirse de la siguiente manera: En una jerarquía laboral o política las personas tienden a ascender una y otra vez hasta que llegan a su nivel máximo de incompetencia. Esto trae como conclusión el que nunca se debe ascenderse a un empleado a un trabajo o a una persona a un cargo público, para el cual no estén cualificados.

Este Principio de Peter está muy relacionado a la conocida Ley de Murphy, del Ing. Edward A. Murphy Jr., quien en 1949 estipuló que “si hay más de una forma de hacer un trabajo y una de ellas culminará en desastre, alguien lo hará de esa manera” o dicho en forma sencilla "si algo puede salir mal, saldrá mal". Ambas leyes también tienen mucho que ver con la Ley de Parkinson del estudioso de la burocracia británica Cyril Northcote Parkinson, que en 1957 estableció que "el trabajo se expande hasta llenar el tiempo disponible para que se termine". Un trabajo va a tomar todo el tiempo que se le haya concedido. Es decir, que si para un trabajo se establece un término de seis meses, el trabajo va a durar todo ese tiempo y no va a terminar antes.

Bajo el Principio de Peter, promover o ascender a una persona que hace un buen trabajo en el empleo actual puede llevarlo a la cúspide de su incompetencia. Por ejemplo, una persona que sea muy competente en la redacción de escritos; que investigue muy bien, bosqueje y redacte con precisión, tenga buena ortografía y estilo, puede ganarse el favor de sus superiores. Sin embargo, la manera tradicional de premiar ese tipo de trabajo ha sido ascendiéndolo a otras posiciones, en muchas ocasiones gerenciales. Sin embargo, Peter nos dice, si el ascenso del empleado es hacia un área que no domina o en la que es incompetente, se afecta toda la organización, pues se llega a los niveles máximos de ineficiencia.

Nuestro sistema laboral, tanto privado como gubernamental, depende en gran medida de los ascensos, sin considerar que cada uno de nosotros tiene un conocimiento, una experiencia y unas competencias, tanto personales como sociales, que nos hacen muy efectivos para ciertas tareas, pero que si nos sacan de esos trabajos, nos enfrentamos a una gran probabilidad del fracaso.

Un buen ejemplo del Principio de Peter es cuando una persona que tiene una profesión u oficio, de repente decide hacerse político, función que requiere muchas otras destrezas poco usuales a los oficios y profesiones tradicionales. En muchos casos se hace evidente pronto que este cambio la ha llevado a unos niveles de ineficiencia que la hacen errar constantemente y asemejarse al estereotipo del político incompetente.

El problema con este tipo de persona que asciende a una posición que ni entiende y no puede manejar es que las mismas destrezas que no tiene para hacer la nueva función, nublan su juicio a la hora de contratar a otras personas para hacer tareas gerenciales o para que le asesoren. Los incompetentes con funciones gerenciales o políticas tienden a contratar y rodearse de otras personas incompetentes, porque generalmente no saben cuáles son las destrezas que deben tener y se entroniza la ineficiencia y la falta de competitividad. Es por eso que el tope de muchas organizaciones, incluyendo el gobierno de Puerto Rico, está lleno de incompetencia y mediocridad.

Definitivamente, los principios de Peter, Murphy y Parkinson son la receta para el desastre y tienen que ver mucho con la baja competitividad empresarial de Puerto Rico y la manera burda en que se hace el trabajo en la burocracia gubernamental y el liderato político. No tengo que entrar en ejemplos. Lo que hace falta es buscar soluciones.

Las organizaciones privadas y gubernamentales tienen que contar con mecanismos que permitan manejar el Principio de Peter. Es indispensable que el progreso de los empleados en las plazas se fundamente en aumentos salariales y no meros cambios de posiciones o ascenso en las escalas jerárquicas de las compañías o el gobierno. Uno de estos mecanismos es que exista la oportunidad de que si se asciende a alguien a su nivel de incompetencia, la persona pueda regresar a la plaza que dominaba perfectamente, sin pérdida sustancial de beneficios o salario. Esto obliga al patrono o jefe gubernamental a estar muy seguro en su decisión de ascender. Además, el que sea ascendido y no dé el grado, puede volver a su plaza original sin que sienta el estigma de haber sido degradado en el empleo. Esto por supuesto, requiere de una rigurosidad a la hora de evaluar y ceñirse estrictamente al principio de mérito para evitar discrimen prohibido y tener un sistema laboral justo.

En el gobierno el Principio de Peter puede evitarse si existe el mecanismo de referéndum revocatorio o con el mecanismo de honor de la renuncia. Cuando una persona ordinaria que tiene un oficio o una profesión no relacionada a la política, decide postularse y recibe el favor electoral, existe un enorme riesgo y una alta probabilidad de que alcance su grado máximo de incompetencia. Es por eso que las democracias desarrolladas tienen el mecanismo de referéndum revocatorio donde el pueblo puede escoger vedarle el mandato a un líder. En otras democracias, por factores culturales, existe un decoro personal y político, por eso cuando el funcionario se encuentra en una situación de incompetencia, generalmente renuncia. Puerto Rico necesita implantar ambos mecanismos.

El autor es abogado notario, Presidente del Bufete Emmanuelli en Ponce, Presidente de la Alianza Pro Sur, Vicepresidente de DISUR, Inc., pasado presidente de la Cámara de Comercio del Sur de Puerto Rico y anfitrión del programa Debido Proceso de Ley, que se transmite todos los sábados a las 11:00 de la mañana por WPAB 550. Para mayor información vea www.debidoproceso.com.

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